Danzar con propósito

A los humanos no nos resulta fácil hacernos conscientes de los hechos mientras se producen. Operamos mejor con la distancia y la perspectiva. 

Eso sí, podemos ser conscientes de cuándo estamos inmersos en hechos que transformarán nuestras vidas. Pero los vivimos con cierta confusión y perplejidad. Afortunadamente, siempre hay personas con mayor capacidad de visión que son capaces de anticipar e irnos ayudando a desentrañar el futuro. Gracias, Harari.

Estamos en una etapa verdaderamente apasionante en la que el mundo que conocíamos está dando paso a otro diferente, y nos encontramos ahí, en medio de la transformación. Empinándonos sobre lo conocido para asomarnos a lo que viene, a lo que construiremos. Quizá con la diferencia, como diría Bauman, de que ahora tenemos que acostumbrarnos a vivir en una realidad sin estructuras rígidas y sólidas, ahora aprendemos a movemos en una realidad líquida, cambiante y con muchas incertidumbres.

Y en este contexto se desarrolla también nuestra relación con las marcas. Pensemos solo un instante en cómo era esta hace tan sólo 15 años, y cómo son las relaciones que se producen ahora. La perspectiva es la que nos sirve para tomar conciencia del camino recorrido. Y ese camino es sorprendente. Y el que queda por delante no es menos apasionante. En esta nueva realidad tanto las marcas como las personas que las construyen, vamos bailando una danza casi de principiantes, en la que de vez en cuando nos pisamos, desajustamos el ritmo, confundimos el paso,…. 

Pero, afortunadamente el propósito existe, y el propósito es el que nos sirve para ajustar y sincronizar los ritmos, para conseguir que la danza fluya y que el resultado sea bello. El propósito es aquello por lo que las marcas trascienden su condición convencional para ubicarse en un lugar de una relevancia y un valor para la sociedad extraordinarios. Hasta el punto que propone Edelman, de llegar a ocupar el vacío de poder que van dejando los gobiernos. El propósito une de una manera emocional, indeleble, profunda y duradera a las marcas con las personas. No hay vinculación más sólida y genuina que la que favorece el propósito. Nos eleva, nos hace mejores, nos aporta sentido.

Y estaría bien que, aunque nos encontremos ahora en el epicentro de los hechos, miremos con algo de perspectiva y seamos capaces de valorar cómo las personas van ejerciendo su soberanía para elegir a aquellas marcas que están dispuestas a bailar de esa manera armónica. Y, claro, perspectiva también para admirar el trabajo que tantas marcas destinan a  conseguir transformar su lugar en la sociedad, y convertirse en mucho, mucho más que fabricantes de productos y proveedores de servicios. Convertirse en las grandes protagonistas del cambio social y de la nueva realidad a la que nos asomamos. ¿Bailamos?