No nos hace gracia, para qué lo vamos a negar. Si criticamos a algunas corporaciones y denunciamos comportamientos a nuestro juicio poco éticos, y a continuación contratamos alguno de sus servicios o llenamos nuestra cesta con sus productos, nos molestará que nos lo hagan notar y, con seguridad, encontraremos argumentos, la mayor parte de las veces algo traídos por los pelos, para defendernos de tan cruel ataque. Y el tiempo no está jugando a favor de esta tendencia. Los autoinformes positivos están en crisis. La realidad cada vez nos lo pone más fácil para hacernos dueños de nuestros actos. Y eso incluye a nuestros actos de compra. Ahora tenemos la posibilidad de conocer cuál es el comportamiento, el compromiso y la responsabilidad de las marcas a las que compramos.
Ahora no hay excusa para nuestras quejas, ahora somos conscientes de que somos soberanos cada vez que decidimos darle nuestra confianza a una marca. Y que en ese acto hay toda una declaración de intenciones. Que un gesto de compra puede tener un efecto mariposa. Que un gesto de compra puede significar el apostar por un mundo diferente. Que apostar por las marcas que tienen la conciencia del papel definitivo que ocupan ahora en la sociedad, y que están comprometidas con ese papel, puede representar un gran cambio. No esperemos a que nos coloquen delante un espejo que nos devuelva una imagen incómoda. Actuemos para estar en condiciones de reivindicar cualquier espejo. ¿Ejercemos?